Fundacion del Hato de San Isidoro de Holguin

El 4 de abril de 1545, se funda El Hato de San Isidoro de Garcia Holguin en Cuba, dejando atrás la historia de la primitiva Encomienda (Institución Jurídica implantada por España en America para reglamentar las relaciones entre españoles e indígenas), cuya suerte entre 1520 y 1540 desconocemos, y las Estancias que le acompañaron. Casualidad o designio previo, la advocación de Isidoro de Sevilla, dio al pueblo de Holguin como bandera una figura de la cultura.

El obispo Isidoro fue famoso en su tiempo por su producción literaria, sobre todo por salvar gran parte de los conocimientos de la antigüedad clásica, para la cultura occidental. Mucho después, la tercera fiesta patronal oficializada fue la de San Ildefonso, alumno de Isidoro y cuando se constituyeron las parroquias de Retrete y Gibara, se dedicaron a Santa Florentina y San Fulgencio, también hermanos del obispo sevillano.

El Hato de San Isidoro de Holguin fue trabajado por los indios y sus descendientes mestizos. Todavía un padrón censal de 1775, refería que en los alrededores de la ciudad aún existían 135 indios. El Hato de San Isidoro de Holguin significó la estabilización de la población que fue simiente de lo perteneciente a Holguin como rasgo característico, y fue el despegue del desarrollo en la región de Holguin que el futuro originó El Hato de San Isidoro de Holguin, el 4 de abril de 1720, luego convertido en Ciudad y nueva Jurisdicción oriental en Cuba, en enero de 1752.

La comunidad en Holguin nació de sí, y de la integración de otros cubanos que arribaron principalmente de Bayamo, Santiago de Cuba, Baracoa y Puerto Príncipe, junto a españoles, en particular canarios, latinoamericanos, como los provenientes de Santo Domingo, y los traídos como esclavos de África, en mayor medida, congos y carabalíes, en un proceso de intenso mestizaje.

En El Hato de San Isidoro de Holguin que creció desde el acto fundacional de Francisco Garcia Holguin, se desarrollaron los mejores valores que hoy caracterizan al pueblo de Holguin, entre ellos: la honradez de un hombre como Juan Albanés, la solidaridad de los miles de pobladores de Holguin que lucharon en otras tierras del mundo, la intrepidez de Julio Grave de Peralta, la constancia como la de José Agustín García Castañeda, la consagración como la de la Dra. Pura Avilés, el temple como el de William Gálvez y el comando que ajustició al asesino Cowley, la fidelidad, como la de Lalita Curbelo Barberán, la caballerosidad como la de Raúl Camayd, la dignidad como la de Pedro Díaz Coello, la sensibilidad de creadores como Luis Caisés, Faustino Oramas y Cosme Proenza, el valor de Calixto García y el patriotismo de todo un pueblo, dispuesto siempre a ser libre o a batallar siempre para serlo.

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